Nuestros antepasados vivieron en tribus: separarse de la tribu, ser expulsado, era una sentencia de muerte.
Viviendo en tribu o manada, se manejan conceptos verdaderos, propios a la identidad de ese colectivo. En este contexto, podría decirse que existen tantas verdades como creencias o grupos y que la verdad no tiene más valor que el que cada grupo quiera o pueda otorgarle.
En este momento de la historia, en donde las incertidumbres son la regla, el mensaje directo como mandato parece no representar la verdad ni la solución en estos tiempos. En cambio, un discurso con preguntas a responder y con situaciones a complejizar entre pares, parece ser un buen camino para construir realidades, probabilidades y planificar los tiempos venideros.
¿Por qué necesitamos planificar? Quizás sea un modo de creer en lo que estamos haciendo. Planificar nos conecta concretamente con el futuro cercano o lejano. Es, tal vez el único condimento de certeza que podamos ofrecer hoy a la población. Si equiparamos esta pandemia a una maratón, las metas planeadas hacen que en el camino a recorrer -largo y distante- se nos presenten paradores donde descansar, tomar agua, reponer fuerzas y seguir.
Es así que hoy son menos efectivos los soldados que los exploradores en una batalla… hemos insistido en no mencionarla con términos bélicos, pero… “da lucha día a día y se le parece”. Batallar, en el diccionario tiene una ascendencia militar pero también otras como “trabajar con mucho esfuerzo para vencer los obstáculos y conseguir un fin”… eso es lo que hacemos día a día ¿no?
Lejos de identificar al pastor que conduce al rebaño, o a quien pueda portar la voz que comunique con confianza, pretendemos y aún esperamos que la sociedad se amolde al comportamiento ideal que deja tranquilo a un sector (salud, ejecutivo, otros). Como contraparte a ello, estamos viendo como resultado un efecto en sentido inverso: la generación de sectores; el paternalista o de personas “que saben” y el de la población que no escucha y lo hace mal. En cuanto a esta última expresión, es un hecho que la generalidad de las personas hace bien las cosas. Si la mayoría no hiciera lo correcto, estaríamos viviendo una pandemia con un Ro* natural al COVID que duplica o triplica al que tenemos.
¿No deberíamos entonces intentar alternativas y procesos que permitan a las personas continuar con vidas posibles y tolerables minimizando el riesgo de infección?
¿No sería una opción construir herramientas para que los ciudadanos puedan acompañarnos en lugar de delegarles únicamente una tarea que es imposible para muchos con el riesgo inminente de quedarnos solos por completo?
Ahora, ¿quién o quiénes tienen “a mano” la confianza o ascendencia de sectores de la población para llevar a cabo esta tarea?
Si bien los líderes en salud deben impartir mensajes y comunicar, son los pares o líderes en la comunidad –en quienes su grupo cercano confía –quienes tienen hoy el poder de amplificar el mensaje. Para llegar a influir en conductas sociales el liderazgo por identidad compartida, por experiencias vividas, por confianza basada en lazos previos tiene una misión específica entre los ciudadanos que no pueden reemplazar otro tipo de líderes. Es la comunicación de los pares. Los líderes que son vistos como prototipos del grupo (‘uno de nosotros’) y que actúan por el interés del grupo en su conjunto (‘trabajando para nosotros’), más que para ellos mismos o para otro grupo, tienden a ganar mayor influencia.
Disparadores para emprender e indagar
Volver a la esencia de nuestra sociedad y a sus verdades puede ser una clave para que surjan y resurjan nuevos movimientos de adaptación y cambio de actitudes
Existen líderes que aún no han explotado su potencial, saber que están, convocarlos, motivarlos puede ser una nueva salida.
Los humanos necesitamos certezas. Planificar y tener metas concretas puede aliviar el camino que transitamos; mucho más que permanecer encerrados en fases o compartimientos estancos que pocas oportunidades de mejorar o hacer parecen brindar.
*Ro: la definición formal del R0 de una enfermedad es el número de casos, en promedio, que van a ser causados por una persona infectada durante el periodo de contagio. Se utiliza para describir la intensidad de una enfermedad infecciosa.
(*) Soledad Rodríguez es especialista en clínica médica. Magister en Gestión de Servicios y Sistemas de Salud. Actual subsecretaria de Procesos Sanitarios de la municipalidad de Rosario. Ex directora de IAPOS y del Hospital Provincial del Centenario de Rosario.