Para leer, compartir y construir colectivamente la transformación del nivel medio con participación genuina de todos los que integran el sistema educativo.
Rosario, noviembre del 2022
Queridas, queridísimas familias:
Hace rato que queríamos hacerles llegar algunas palabras. El ritmo vertiginoso de la vida postpandemia nos ha subido a todos, a ustedes y a nosotros, en una rueda que no para de girar, incluso a pesar nuestro; eso ha dificultado la comunicación, dato no ingenuo ya que comunicarnos nos permite organizarnos, y organizarnos nos permite dar pelea a favor de nuestros pibes –nuestros estudiantes y vuestros hijos, nietos, sobrinos, ahijados-. Nos hubiera gustado contarles de primera mano cómo fue haber sostenido nuestro trabajo durante los tiempos de virtualidad: en solitario, dotados de nuestros propios recursos y a contramano de un sistema educativo que, lejos de sostenernos, nos bombardeó con una serie de medidas que nos sobrecargaron y nos demandaron imposibles, en nombre de nuestra “vocación”. Pero ahí estuvimos, a pesar de haber pasado por un congelamiento salarial y por la falta de indicaciones precisas respecto de lo pedagógico para sobrellevar la educación en pandemia. Resistimos. Siempre por la misma razón: nuestras pibas y pibes.
Hoy no venimos a hablarles del histórico desfasaje de nuestros salarios. O no solamente. Hoy estamos preocupados y vorazmente alarmados por el proyecto educativo que busca implementar el gobierno de turno a través de políticas sospechosamente parecidas a las implementadas en la década del noventa a través de la Ley Federal de Educación: un proyecto que venía de fracasar en otros países y que fue impuesto a pesar de todo. Los resultados nos siguen acompañando, la impracticabilidad de la Ley y el ensanchamiento del déficit educativo que produjo hizo que fuera desestimada a los pocos años de su implementación, dejando a toda una generación desprovista de herramientas y saberes que debería haberles otorgado la escolaridad obligatoria ¿Saben por qué ir a la escuela es obligatorio? Porque nuestro país reconoce la educación como un derecho humano inalienable, como la salud o la identidad. Otros países latinoamericanos han desestimado tal derecho (ni hablar del “Primer mundo”) y han convertido la formación de las generaciones jóvenes en mercancía. En Argentina no, acá podemos ser profesionales universitarios y nuestra formación no dependerá de los recursos económicos de nuestras familias.
Hay muchas formas de atentar contra ese derecho, una de ellas es disfrazar la precarización educativa tras la máscara de “reforma”. Todos acordamos que los tiempos cambian, y así debe hacerlo el sistema educativo. Pero no de cualquier manera. Toda la sociedad debe ser parte de ese cambio, todas las voces deben ser escuchadas. El proyecto “Secundaria renovada” llevado adelante por la actual Ministra de Educación, del que tendrán conocimiento por los medios, se dice modernizador e inclusivo, pero busca implementar medidas de precarización en las trayectorias escolares, los contenidos y la profesionalización docente. Que se proponga que todos pasen de año, por ejemplo, no es una medida superadora, sino una decisión que transforma la escuela en un club al que ir todas las mañanas o todas las tardes, a pasar el rato, independientemente de las actividades que allí realicemos. Y a los cinco años, los que quisieran hacerlo sin esfuerzo y responsabilidad, también obtendrían el título secundario. Nivelar para abajo genera mejores estadísticas a favor del gobierno, pero a la larga significa la desintegración de la masa crítica: generaciones de egresados que no contarán con herramientas para habitar la ciudadanía plena. Nuestros pibes y pibas, incapaces de comprender lo que se les dice o lo que leen, de desmantelar un discurso autoritario o formular las bases para una vida más justa y equitativa. Eso traerá la “reforma”. Y ya sabemos lo que significa un pueblo que no puede pensar como pueblo, nuestra historia nos lo viene demostrando.
Este proyecto de vaciamiento comienza este diciembre. El Ministerio ha resuelto –sin el consenso del colectivo docente o el resto de la comunidad educativa- que deben ser recuperados los días de paro. Léase bien: días, no contenidos. Entonces, todos y todas a la escuela hasta el 23 de diciembre. El mismo docente deberá ocuparse de aquellos que presentan dificultades en sus trayectorias, de apuntalarlos para que acrediten los espacios curriculares, a la vez que organizar talleres, ruedas de convivencia, actividades especiales, etc. con los estudiantes que se encuentran ya eximidos. Es decir, quitar energía y recursos en el acompañamiento de los que más lo necesitan para ponerlos en donde no es necesario. Que las evaluaciones no sean exámenes, que los exámenes no tengan tribunal, que los alumnos aprueben con “trabajtos” que no demanden más que las operaciones simples del conocimiento. Todo un “como si” que busca el efectismo por sobre los procesos genuinos educativos: que en los diarios pueda decirse que en nuestra provincia se cumplió con el calendario preestablecido, sin importar si los alumnos aprendieron o no ¿Es esta la escuela plural e inclusiva que queremos?
Las familias y los docentes tenemos que hacer equipo, como lo hicimos alguna vez: ustedes en los hogares, nosotros en las escuelas. Alineados, estratégicos, con el horizonte del bien mayor de nuestras infancias y adolescencias: garantizar el derecho a la educación. Es ahora, no el año próximo. No la próxima gestión política. Es necesario que resistamos bajo el mismo anhelo, que no dejemos de construir la escuela como uno de los pocos espacios de fortalecimiento y preparación para la vida, la vida justa. Una voz por aquí, otra por allá: separadas son, apenas, susurros. Pero juntas se vuelven grito, voz colectiva poderosa, que dice con contundencia que las escuelas son de quienes las habitan, que las queremos llenas de chicas y chicos desarrollando su pensamiento, enfrentando desafíos, resolviendo conflictos, construyendo afectos. No queremos la “escuela tobogán” en la que apenas hace falta pasar por ella. Hagamos equipo para desmantelar la ecuación [ + días de clase= +contenidos/herramientas]. Los procesos educativos no se miden, únicamente en tiempo. Y así como transitar cinco años por la secundaria, según la propuesta ministerial, no garantizará la herramentación efectiva de las nuevas generaciones, asistir hasta Navidad no será sinónimo de calidad educativa. Los docentes YA HEMOS RECUPERADO CONTENIDOS, porque es parte de nuestro trabajo. Tendríamos que ponernos a pensar si la extensión del calendario no será, en definitiva, un castigo a los y las profesionales de la educación por haber llevado adelante medidas de fuerza en pos de nuestros derechos.
Los invitamos a acompañarnos. De hecho, esta lucha es inherentemente compartida con ustedes. Porque todas y todos, como dice la canción, “todavía tenemos en mente cambiar algo”. Con la educación como bandera, contamos con ustedes en este camino.